sábado, 24 de abril de 2010

Domingo por la mañana

Cada mañana era un nuevo interrogante para él. No sabía que haría ni que pasaría, cada mañana era un día diferente y por lo tanto se preparaba para una nueva aventura al levantarse.

Lo cierto es que la mayoría eran aburridas y sin ninguna emoción, otras en cambio eran frenéticas y rayaban el absurdo.

Sus padres le habían dejado una importante herencia al morir con lo cual no tenía la necesidad de trabajar, así podía dedicar sus días a leer, escribir y lo que más le gustaba, pensar.

Pensaba sobre cualquier cosa y establecía diferentes patrones para el comportamiento humano. Por mucho que nos cueste asumirlo nos parecemos demasiado a los animales en muchas cosas, algunos más que otros.

Aquella mañana estaba sentado en su sofa pensando en un tema ya recurrente en su cabeza. El afán del ser humano por planificar su vida sin obtener ningún resultado. Eso es algo que él mismo había experimentado y le había acabado resultando fustrante.

Nos empeñamos en organizar nuestra vida, en planificar nuestros días muchas veces casi hasta el milimetro y no nos paramos a pensar que todos esos planes parten de una premisa que en algún momento puede ser erronea y es que cada uno de nosotros pensamos que mañana estaremos vivos.

Más allá de eso, nuestros planes suelen implicar a más gente y eso no suele funcionar la mayoría de las veces. Él nunca hacía planes, se limitaba a vivir el momento y esperar que algo se plantara ante él para decidir hacerlo o no. No pensaba en el mañana, le resultaba absurdo. Nunca tuvo que lamentarse de haber hecho planes de futuro imposibles de cumplir.

Eran las 11 y decidió que era un buen momento para dormir; los domingos estan para eso pensó y camino pausadamente hacia la cama, se tapo con una sábana y cerro los ojos. "Ojalá no me levante mañana porque alguien debe bajar la basura..."

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