miércoles, 21 de abril de 2010

Prólogo

Su nombre era... Bueno, realmente su nombre no importa, él no se sentía anónimo, no se sentía peculiar ni especial, él podía ser muchos de los tios con los que se cruzaba cada mañana en el metro.

Su cuerpo era vulgar, un saco de huesos apenas recubiertos con una fina capa de piel blanquecina que daba un aspecto enfermizo. Ésto unido a sus marcadas ojeras y su pelo desaliñado así como su barba descuidada hacía que la mayoría de la gente lo confundiera con un "yonki" cualquiera.

Él no consumía nada ilegal, de hecho los pocos vicios que alguien pudiera achacarle eran el tabaco y una considerable cantidad de café y alcohol, su problema era que un día consumió la peor droga de todas, esa que cuando la tomas te eleva a la felicidad infinita y hace que vivas literalmente otra vida, esa que a su vez cuando dejas de tomarla te hunde hasta el abismo más profundo del que a priori parece que jamás vas a salir, él una vez estuvo enamorado.

Conforme habían ido pasando los años se había vuelto un escéptico, no creía en nada que no estuviera viendo en ese momento, no creía en el amor, ni en la lealtad, ni en la bondad, ni en el egoismo. Su dios se llamaba Jack Daniels o Ballantines dependiendo del bar en el que se encontrara.

Le encantaba una cerveza fría y un cigarro disfrutando de un domingo en una terracita soleada. No era amigo del deporte ni de los médicos, no se quería en exceso a sí mismo y su mayor pesadilla era quedarse sin tabaco.

Él había sido como tanta gente, esclavo de sus propios miedos durante demasiados años y ahora pensando que todo aquello había quedado atrás se lamentaba de aquel tiempo pasado. Su único error era no saber que todos sus miedos se habían juntado en un sólo, le aterraba no ser feliz.

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