viernes, 23 de abril de 2010

Una mañana en el retiro.

"Joder, me estoy haciendo mayor!" Pensó al descubrir algunas canas frente al espejo. Nunca le había importado su imagen peró por un momento pensó como un mortal más y durante una milésima de segundo visualizó una solitaria vejez a la espera de la muerte.

Sacudió la cabeza intentando evadir esa idea y colocó su pelo con la mano derecha, se enfundó una camisa de cuadros y unos pantalones pitillo desgastados y se dirigió hacía la puerta buscando desesperadamente en sus bolsillos. "El tabaco", volvió tras sus pasos y comenzó a revolver todo.

El orden no era uno de sus mayores fuertes, vivía en un piso pequeño y la basura se amontonaba de forma inverosimil a lo largo y ancho de los escasos 30 metros cuadrados. Tras cinco minutos de frustrante busqueda llegó a la conclusión de que no tenía tabaco en casa, la situación se había vuelto insostenible y la necesidad de salir de casa era aún mayor.

Media hora después sentado en "El retiro" con un cigarro de la mano observaba el estanque y de repente una sonrisa de lado se dibujo en su cara. La gente muchas veces cree nadar en un inmenso océano, en un mundo que no tiene límites, piensan que ellos son su propio límite. Por suerte para muchos y por desgracia para otros pocos él sabía que aquello no era así.

Nuestra vida no es más que nadar en un estanque, si llueve y no se cuida el agua se pondrá turbia y no podremos ver con claridad a nuestro alrededor, si por el contrario sabemos movernos y cuidamos nuestro estanque podremos ver sin problemas la luz de fuera.

Al fin y al cabo no deja de ser un estanque en el que tarde o temprano vuelves a caminar sobre tus propios pasos y es justo ahí cuando cometer errores por segunda vez es un delito grave.

Su estanque no era lodo, ni agua cristalina, él intentaba saltar al exterior, transgredir más que ninguno y en el fondo no era más que un pez inutil que una y otra vez se golpeaba de frente contra el cristal de su propia pecera.

Se levantó del banco y comenzó a caminar sin un rumbo fijo, no tenía nada que hacer aquella mañana más que esperar que llegará la noche.

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